Eduardo Zaplana Hernández-Soro renunció ayer al acta de diputado que había obtenido en las pasadas elecciones del 9 de marzo. Y tengo que decir que me apena, porque era un puntal del PP, o quizá mejor decir del PPP (el Pretérito Partido Popular), que nada tiene que ver con el que se está pergeñando.
Siempre lo he tenido por un hombre listo, inteligente e íntegro. De hecho, el que su carrera política haya estado, hasta éstas pasadas elecciones, repleta de éxitos, ha hecho que sus adversarios políticos y mediáticos siempre hayan hecho sobre él las más insidiosas afirmaciones y dejado caer sospechas que jamás han podido demostrar ni han podido nunca tener respaldo en realidades ciertas. Desde que Vicente Sanz comentó que «estaba en política para forrarse»; los supuestos vínculos con el «caso Naseiro» y con «Terra Mítica», se ha mirado hasta en el forro de los bolsillos de sus exclusivos trajes de alpaca para hurgar en su intimidad, sin poder encontrar nada, sin ningún éxito.
Tras el 9 de marzo fue el primero en dejar libre su puesto de portavoz para que lo ocupara «el equipo de Rajoy», aunque yo nunca creí que un hombre de su valía quedara en diputado raso; y, finalmente, así ha sido; ya que ha aceptado la oferta de Telefónica para ser nombrado delegado en Europa de la compañía. Creo que Zaplana ha hecho muy bien en aceptar. Estará desarrollando una intensa actividad europea en Telefónica, se dará a conocer; y permanecerá a la espera de que pueda volver a la política. Él es un animal político y, desde luego, que volverá en cuanto se presente la ocasión.
Su logro más importante en su dilatada carrera política, desde mi punto de vista, fue el acabar con la desastrosa hegemonía del PSOE en Valencia. Abandonó su feudo valenciano cuando fue llamado por Aznar para ser ministro de Trabajo y portavoz del Gobierno. Su carrera política ha sido brillante y estoy con Esperanza Aguirre en que es «muy mala noticia» su marcha del PP, ya que sinceramente creo que el PP se está descapitalizando al dejar marchar a estas personas enormemente válidas y de una muy seria y contrastada trayectoria.
Y es que, quizá ingenuamente, creo que Zaplana hizo después del 9 de marzo lo que creí que haría Rajoy cuando nos anunció «un equipo nuevo». Pero Rajoy se quedó.