A lo largo de mi vida he encontrado a muchas personas maravillosas. Pero sólo puedo considerar como amigos a unas pocas de ellas.
Una de esas personas es Elentir, porque me permite mis pequeñas vanidades, antipatías y chispas malévolas. A veces le pico, y confieso que me gusta hacerle «rabiar». Pero todo ello se pierde en el gran océano de su lealtad. Él me comprende, no tengo que hacer otra cosa que lo que me apetece en cada momento. Incluso puedo estar callada y perderme por un tiempo. No importa. Porque él es mi amigo y me atrevo a ser yo misma con él.
Esta tarde, me ha dedicado una entrada en su magnífico blog; y como no he dicho que, además, es enormemente generoso me ha permitido adueñarme de ella. Porque va de cisnes y me encanta.
Una leyenda inglesa habla de una hermana celosa que arroja al río a la hija de un Rey. Confundida con un cisne, un luthier hace un arpa con sus huesos y su cabello. Un día, ese arpa llega a la corte. Allí, el alma de la joven hace sonar la canción que relata el crimen. Loreena McKennit le puso música en 1994. Me ha sorprendido su regalo, puesto que nunca habíamos hablado de ello, y él no podía saber que es la canción de ésta mujer que más me gusta. Gracias por tu regalo, por tu detalle, por ser tú y poder contarte entre mis amigos. Gracias.
Pero mi «alter ego» bloguero está tomado de la leyenda de Lohengrin, el caballero del cisne (nada de manga japonés, por Dios). Siempre me gustó la leyenda artúrica; y, cuando mis hijos eran pequeños, además de los cuentos tradicionales, les contaba historias de Camelot. Lohengrin es hijo de Perceval y viaja transportado por un cisne blanco y solo.