A pesar de que, en principio, pensaba que ayer el debate de investidura no iba a despertar mucho interés; me equivoqué. Después de una aburrida Oramas que intervino en primer lugar, subió a la tribuna de oradores la diputada de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), Rosa Díez, que se estrenaba como diputada y portavoz de su fuerza política.
Su discurso consiguió ilusionarme. Comenzó agradeciendo su apoyo «a los ciudadanos que nos han dado su voto, su dinero y su tiempo de trabajo»; y siguió anunciando que el grupo que lidera no apoyará a José Luis Rodríguez Zapatero en la votación de investidura por entender que la abstención sería «una llamada a la resignación y un cheque en blanco».
Siguió resaltando la falta de igualdad entre los españoles. Ha destacado que su partido defiende la unidad de la Nación española, no como un valor sentimental sino como el único instrumento capaz de garantizar la igualdad de todos los ciudadanos. Y añadió, dirigiéndose a Zapatero: Sr. Candidato: España se romperá si se rompe la igualdad. Y afirmo que se ha empezado a romper.
Y ha puesto como ejemplos de esta fragmentación la discriminación del castellano en comunidades como Cataluña, País Vasco o Galicia; la exigencia abusiva de conocimiento de la lengua cooficial para concursar a determinados puestos públicos en algunas comunidades autónomas o la diferente retribución para el mismo empleo en función de la autonomía, poniendo como ejemplos los casos de los funcionarios de justicia, o de los policías y guardias civiles respecto a los Mossos y Ertzaintza.
Rosa Díez anunció que apoyará «un pacto de Estado para la derrota de ETA y cualquier forma de terrorismo», pero no quiso obviar la actitud del Gobierno negociando políticamente con la banda durante la pasada legislatura. De hecho, tachó el proceso de negociación con ETA de «disparatado e inútil».
Reclamó la necesidad de un pacto de Estado en materia de educación, y añadió que es importante que el Fiscal General del Estado sea nombrado por el Gobierno» aunque, ha precisado, «en un escenario de gran autonomía». En materia económica, la portavoz ha pedido «corregir el déficit exterior y ganar en competitividad», a lo que ha seguido la propuesta de «avanzar en la laicidad del Estado».
Pidió la reforma de una Ley Electoral injusta, y su primera iniciativa en ésta legislatura, según ha anunciado, irá en esa dirección. Concluyó con un alegato reivindicativo: afirmó que UPyD «quiere regenerar la democracia española. Somos muy exigentes porque tenemos ambición de país. Somos muy exigentes porque hacemos política pensando en las próximas generaciones y no en las siguientes elecciones».
Hay una parte de su intervención apenas resaltada en los medios que me gustó mucho, y es la denuncia del fraude de ley – consentido por PSOE, PNV y CiU – que supone la formación del grotesco grupo parlamentario de IU/ICV, ERC, y BNG; mientras que UPyD carece de grupo parlamentario.
En resumen, una intervención que firmaría casi íntegramente (lo de seguir avanzando en la laicidad del Estado, me produce cierta desazón recordando a Savater). Pero estuvo espectacular, porque puso voz al sentimiento de muchos ciudadanos en su intervención sin complejos; y manifestó en nombre de todos los que creemos en España, que se pueden tener lenguas diferentes y que ello no significa destruir nuestro pais a costa de hipotecas políticas. Ha expresado lo que muchos millones de españoles pensamos de las autonomías; que éstas tienen un límite, y algunas ya lo han pasado de largo.
En fin, unas ideas sencillas, y unas reclamaciones compartidas por millones.